¿Hay noticias de hace 3.700 años? Sí, en las matemáticas. Aprenderás allí cómo dos investigadores australianos han logrado mostrar el significado último de una tableta de arcilla que fue escrita por entonces.
Se llama Plimpton 322, y fue hallada hace tiempo en la antigua
ciudad de Larsa, la bíblica Ellasar, hoy 250 kilómetros al sur de la castigada
Bagdad. Allí, entre los ríos Tigris y Éufrates, nació la civilización moderna,
en las mismas tierras en que 7.000 años antes se había inventado la
agricultura, y con ella los primeros asentamientos de una especie que llevaba
100.000 años vagando por el mundo en busca del almuerzo. No debería extrañarnos
que también las matemáticas surgieran y arraigaran allí. Son las cosas que
pasan cuando dejas pensar a la gente que sabe hacerlo.-
La tableta Plimpton 322 es una lista de
“tripletes pitagóricos”, como ya sospechaban algunos estudiosos y refuerzan
ahora los científicos australianos. El primer triplete pitagórico es (3, 4, 5).
Eso quiere decir que, si dibujas un triángulo con esos lados, la figura no
tiene más remedio que ser un triángulo rectángulo (en el que uno de los tres
ángulos es recto, o de 90º). Es una exhibición del teorema de Pitágoras en
acción: 32 más 42 da 52, ¿no es cierto? Hay una lista inacabable de tripletes
pitagóricos, o listas de tres números que conforman por necesidad un triángulo
rectángulo –(5, 12, 13), (7, 24, 25), (21, 20, 29) y así hasta la saciedad—,
y su cartografía genera
asombrosos patrones geométricos y peculiaridades aritméticas. Ya no hay duda de
que los babilonios le pisaron a Pitágoras el teorema.
Tal vez el gran
logro de Pitágoras fue descubrir que el placer (o al menos el placer musical)
tiene una base matemática
No es un caso único. Tal vez el gran logro
de Pitágoras fue descubrir que el placer (o al menos el placer musical) tiene
una base matemática. Las combinaciones de sonidos que nos satisfacen guardan
las relaciones de longitud de onda más simples (la octava ½; la quinta 2/3; la
cuarta ¾, etcétera). Y la escala natural, a menudo llamada pitagórica (do re mi
fa sol la si do y vuelta a empezar), emerge de la aplicación reiterativa del
algoritmo más simple (cortar a la mitad la longitud de la cuerda). Esta fue la
base de la “armonía de las esferas”, la religión de Pitágoras y su secta que
sostenía que el cosmos se basaba en los números naturales (1, 2, 3…) y sus
fracciones. Otras tablillas encontradas en Mesopotamia demuestran que los
babilonios, o como se llamaran en aquel tiempo, ya conocían la “escala
pitagórica”. Nuestro Pitágoras leía más literatura antigua de la que nos dio a
entender.
El teorema de Pitágoras es uno de los
cimientos de nuestra comprensión matemática del mundo. Una de las pocas
verdades que se han sostenido durante cuatro milenios. Pero de Pitágoras, lo
que se dice de Pitágoras, no parece que fuera.
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