"Es
imperativo que la educación sea de similar calidad para todos. En esto reside
el mayor desafío para la región".
Aunque entre
ellos hay significativas diferencias de resultados, ninguno muestra niveles
satisfactorios de logro. Chile, el más aventajado de los países del grupo
latinoamericano, exhibe un rendimiento promedio que equivale a un año menos de
escolarización que en España y Portugal, 2 años menos que en Suiza y 3 años
menos que en Singapur. Son brechas sustanciales que es imprescindible
enfrentar.
Para ello lo
primero es identificar las causas que explican este atraso. Según muestra la
evidencia disponible, éstas son de dos tipos.
Por un lado,
el contexto socioeconómico y cultural de los países latinoamericanos es
adverso. Hay más pobreza, desigualdades y desintegración comunitaria que en las
sociedades desarrolladas, pero se gasta menos en educación, en el cuidado de
los niños y en la formación de profesores.
Hay más
violencia en los hogares y los padres tienen un menor nivel educacional. Muchos
más niños y niñas viven vidas más difíciles en América Latina, en entornos
hostiles, que sus pares de los países europeos. Y, a diferencia de lo que
ocurre en un número de países del Asia donde la educación tiene un alto valor
cultural y goza del apoyo absoluto de las familias.
Por otro
lado, La infraestructura y el equipamiento de los colegios suelen ser precarios;
el uso de tecnologías digitales limitado o inexistente; el tiempo dedicado al
aprendizaje escaso; la disciplina excesivamente autoritaria o ausente, y las
políticas educativas de los gobiernos son inestables, mal diseñadas a veces y
su implementación y efectos poco evaluados.
Evidentemente
cada uno de los países de la región sigue una trayectoria distinta, según
muestra PISA. Por ejemplo, durante la última década Brasil exhibe una
trayectoria moderadamente ascendente en lenguaje, matemática y ciencias; por el
contrario, Uruguay retrocede en los mismos tres dominios. Chile y México
avanzan gradualmente al menos en dos de estos dominios; Colombia los sigue algo
más atrás. Argentina se halla estancada. Perú aparece a la cola a pesar de
haber mejorado en el dominio de comprensión lectora durante la década pasada.
Costa Rica recién comienza a participar en la prueba PISA de modo que no hay
todavía un registro de su evolución.
¿Qué pueden
aprender los países latinoamericanos de la experiencia de otros países que
participan en este examen y de la evidencia producida por la investigación
educacional?
En primer
lugar, que es posible mejorar resultados del aprendizaje, pero que para
lograrlo se requiere un esfuerzo concertado de la nación: del gobierno y los
colegios, de las familias y autoridades locales, de los empresarios y
universidades, de la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales y,
prioritariamente, de los docentes y sus alumnos. Se requieren políticas de
largo plazo, estables, coherentes y dotadas de suficientes recursos
En seguida,
la experiencia muestra que para mejorar la calidad de los aprendizajes América
Latina necesita hacer un esfuerzo extraordinario de equidad educacional. No hay
otro camino. La educación debe compensar las desigualdades de la cuna y para
esto los países necesitan entregar atención temprana y jardines infantiles de
calidad para la población más vulnerable.
Todo esto
obliga a invertir más y mejor en educación. En promedio, América Latina ha
aumentado el gasto público en relación al PIB durante la última década. Pero el
gasto por alumno es bajo aun y hay recursos que se usan con escasa eficiencia.
Evidentemente, no se trata de convertir a los colegios en empresas ni puede
esperarse que el mero hecho de aumentar el gasto traiga consigo mejores
resultados.
Debe
incrementarse el gasto pero, al mismo tiempo, importa mejorar la gestión,
elevar los estándares y las exigencias, hacer efectiva la rendición de cuentas,
generar un más fuerte control por parte de la comunidad y crear redes de apoyo
para las escuelas, especialmente las más rezagadas.
En suma,
PISA 2012 debe servir en América Latina no solo para construir rankings
efímeros y hacer comparaciones deprimentes entre países de alto y mediano
desarrollo si no para generar nueva información y conocimiento que ayude a
mejorar el trabajo de los profesores en la sala de clase, de los directores en
sus escuelas y de los políticos y académicos al momento de diseñar reformas e
impulsar programas de innovación pedagógica".
*José
Joaquín Brunner es profesor del Centro de Políticas Comparadas de Educación en
la Universidad Diego Portales, Chile, y es considerado una autoridad mundial en
educación.
FUENTE:: BBC-COM
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